El Príncipe Harry se casó con la actriz estadounidense, Meghan Markle, para dejar atrás su vida alocada de soltero, en donde los excesos predominaron en todos los sentidos.
La imagen de la pareja se repite por doquier, desde las portadas de los periódicos hasta las tiendas de recuerdos: en banderas, tarjetas postales y toda la mercancía que puedan imaginar.
La Capilla de San Jorge en el histórico Castillo de Windsor (el favorito de la reina Isabel II), fue el escenario escogido para la ceremonia religiosa, que comenzó a las 11 de la mañana, hora de Londres.
Finalmente, fue el Príncipe Carlos quien acompañó a la novia hasta el altar, la información se dio a conocer poco después de que Meghan confirmara que su padre no asistiría a la boda. El comunicado afirma que la ausencia de Thomas (quien fue recientemente operado del corazón), obedece a motivos de salud.
Sobre el ajuar de la novia solo se sabe que fue aprobado por la reina, pero se rumora que incluyó algunos guiños a la icónica Lady Di, la difunta suegra de Meghan y madre de Harry.
El cortejo nupcial se escogió con cuidado: no hubo damas de honor pero abundaron los niños, George y Charlotte, los pequeños sobrinos del príncipe Harry, encabezaron el grupo.
El Principe Guillermo fue el padrino de bodas. A tono con el ejemplo de su hermano, Harry escogió a su consorte fuera de la realeza británica.
Una vez concluida la ceremonia, los recién casados abordarán un carruaje tirado por caballos, para recorrer las calles de la ciudad mientras saludan a los londinenses.
Con información de Globovisión
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