Videollamadas unirán a familiares que emigraron este fin de año

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nasar ramadan dagga
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Foto: Referencial
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Aunque aún no tenía los pasajes en mano, su corazón no se equivocó. Ese abrazo familiar por el recibimiento del año 2017 fue tan largo como desgarrador, pues significó la despedida que Karem Bermúdez intentó sortear por todas las vías. La vivió como un divorcio forzado y anticipado de sus orígenes, su espacio, sus tradiciones, sus amores…

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“Sabía que no volvería a pasar las Navidades en mi casa de siempre. Fue una sensación tan rara; ya me sentía sin ellos, los comenzaba a extrañar  (…); después, desde que supimos el día de salida, mi felicidad no volvió a ser completa”, es parte de la nostalgia de esta psicóloga marabina que recuerda el 23 de febrero  de ese año como una fecha patria que marcó el fin y el comienzo, al mismo tiempo.

La mezcla de sentimientos fue indescriptible y las lágrimas que vinieron en adelante parecían infinitas. Trozos invaluables de su historia quedaron anclados a las aguas del Lago o quizás en las letras de las gaitas a la Chinita que se imponen ante el tango que escuchan sus nuevos vecinos. 

“¿Qué hice?”, se preguntó en silencio, una y otra vez, al verse en Buenos Aires, donde, junto con su esposo, se instaló en un pequeño espacio, en el que compartieron parte de las instalaciones con unos paraguayos.

La comodidad de su casa en Venezuela se redujo, temporalmente, a un colchón, una nevera y un portaretrato; era todo lo que tenían, lo demás se llenó con expectativas y el temor incesante por lo desconocido, por el destino de los sueños que se vistieron con trajes de inmigrantes.

En la última noche, un día antes del vuelo, Karem y su madre volvieron a ser una. Abrazadas y aferradas, imploraban que el reloj se detuviera, que se tratara solo de una pesadilla.

Pero tras su llegada a Argentina, la joven de 25 años se coló en las estadísticas que ubican a la diáspora nacional como una de las más agresivas en América Latina: 3,3 millones de venezolanos partieron a otras fronteras en los últimos años, de acuerdo con datos suministrados por la ONU.

Lo más alarmante es que este número podría escalar a 5,3 millones para diciembre de 2019, según un servicio digital especializado de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (Ocha).

Cerca de 2,4 millones se inclinó por Latinoamérica y el Caribe. Solo entre enero y octubre de 2018, más de un millón de ciudadanos ingresó a Colombia (676 mil como puente para arribar a otros países), según la dirección de migración del vecino país.

El hambre, la violencia y la falta de seguridad protagonizan las razones que impulsan a los viajeros a asentarse en otros territorios, así lo destacó el Alto Comisionado para los Refugiados, Filippo Grandi.

Eduardo Stein, representante especial para los Refugiados y Migrantes Venezolanos indicó que en el éxodo están inmersas familias enteras, mujeres solas, niños, jóvenes, todos en condiciones de extrema vulnerabilidad. “La única opción que tuvieron fue irse del país, a veces, caminando durante días, buscando una vida digna y la posibilidad de construir un futuro”, señaló en una conferencia de prensa.

Este fenómeno es carácterístico de países que han sufrido escenarios  bélicos. Por ejemplo, en Siria, más de 10 millones de habitantes huyeron antes de la guerra.

Todavía lejos de las olas migratorias de mexicanos, centroamericanos, incluso colombianos, la venezolana puede considerarse como una de las más agresivas, por el poco tiempo que lleva.

Para el sociólogo Adnovio Suárez, la crisis económica que atraviesa Venezuela acelera la partida de millones de criollos que aspiran a oportunidades y el disfrute de sus derechos.

Quienes se fueron se han convertido en una especie de salvación para los familiares que se quedan porque les dan el apoyo financiero vital para tapear esta situación y sobrevivir a los embates gravísimos que genera”, comentó.

Este oxígeno monetario recibió la familia de Bermúdez, que logró llegar  a la capital argentina en noviembre de 2017. “Todo valió la pena cuando nos reencontramos. En casi dos años, aprendimos a descubrir la alegría de los pequeños detalles, como comprar nuestro primer sartén”.

Las videollamadas siguen siendo la mejor vía de contacto entre Carlos Quintero y su familia, desde hace nueve meses, cuando llegó a Lima, Perú, luego de varias escalas terrestres que sumaron seis días. Este destino fue escogido por 635 mil connacionales y lo posiciona en el segundo lugar, dato que aporta la Superintendencia Nacional de Migraciones.

Hay buenas personas que me brindan palabras de aliento, pero otras me tratan con xenofobia y odio solo por ser venezolano”, lamentó Quintero.

El hecho es que en la tierra inca el grado de discriminación es tan elevado que, incluso, en algunos negocios capitalinos venden ropa interior femenina con este grabado: “A la orden, mi chamo. Soy tu veneca”. 

A esto se suman las 14 horas de trabajo diarias, de lunes a sábado, que emprende Quintero. No hay descanso para este educador, egresado de la Universidad del Zulia (LUZ), que guardó su título para desempeñarse como digitador en un ciber.

Ante esto, Adnovio Suárez apuntó que el sector educativo, salud y productivo constituyen los más afectados por este proceso que se recrudeció significativamente en 2018, año en que la inflación superó el millón por ciento, según el Fondo Monetario Internacional.

“A pesar de la carencia de cifras oficiales, es indudable que el crecimiento poblacional se ralentizará porque las parejas con mayores probabilidades de reproducirse tendrán hijos en otras latitudes”, explicó el sociólogo.

Además, la factura emocional también entra en la jugada: fractura el tejido familiar y, de alguna manera, deja como saldo una sociedad deprimida.

“Cada mañana, al despertar, siento unas ganas enormes de estar con mis hijas, abrazarlas y decirles en vivo cuánto las amo. Me duele felicitar a mi gente por llamadas, sin ese contacto tan necesario. Es muy duro recibir un nuevo año lejos de mis seres amados”, es el pesar de Carlos Quintero.

En esos senderos ajenos, donde la comida y hasta el agua tienen un gusto diferente, este 31 de diciembre, al replicar las campanas y levantar las copas, millones de venezolanos recordarán el tricolor nacional y ansiarán compartir esa hallaca insuperable que no se encuentra en otro lado, solo en Venezuela.

Con información de Panorama



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